Y después de la huelga… la nada

(Artículo de opinión publicado en Diario de Salamanca el 15/11/2012):
http://diariodesalamanca.es/2012/11/15/y-despues-de-la-huelga-la-nada

Este país sigue siendo el mismo que la semana pasada, el mismo que hace unos meses y el mismo que hace un año, dos años, tres años… Manifestar el descontento frente a la situación, causa última de las medidas económicas, es una buena forma de exponer públicamente el cabreo descomunal de algunos y la fuerte crítica a este tipo de acciones de otros. Tan legítimo y respetuoso es para mí el derecho a la huelga, como tener el derecho a la libertad de elección individual para decir ir a trabajar. Esto último, lo de ir trabajar en plena huelga general, no es muy respetado por ciertas actitudes violentas e ilegales, cierto es, pero todo hay que decirlo, en esta convocatoria en menor medida que en anteriores.

El ejercicio de la huelga es un derecho constitucional, pero la economía internacional y la propia recuperación funcionan por actitudes un tanto diferentes. La credibilidad y la confianza son valores fundamentales de un sistema económico que pretenda generar bienestar y estabilidad. Lo acontecido en el día de ayer supone poner una vez más en el punto de mira a España, un país que muestra claros síntomas de inestabilidad. Porque después de una huelga general viene la nada: evaluación de gastos, reposición de mobiliario público, pérdidas millonarias por el paro de la producción y el consumo, devaluación de la marca España, agresiones, actos violentos, enfrentamientos… en definitiva, muchos perjuicios y ninguna solución más allá de la demostración de fuerza.

La recuperación de la economía pasa por generar certidumbre, mandar a los mercados un mensaje inequívoco de que queremos afrontar nuestros problemas y pagar nuestras deudas, de que buscamos ser competitivos y emprendedores. Pero… ¿Alguien de vosotros cree que una huelga general es una buena campaña de marketing para atraer a los grandes inversores o ganarse el beneplácito de los mercados?, todo lo contrario, nos estamos haciendo un flaco favor, porque éstos no atienden a criterios sociales, sino económicos, de beneficio y de rentabilidad.

Tampoco debemos olvidar que la Unión Europea es el marco de encaje de España a todos los niveles, no podemos continuar respondiendo a los momentos de actual inestabilidad económica como lo hacíamos a principios de los 80, cuando aun no éramos un país miembro, o como lo hicimos a finales de dicha década, cuando comenzamos a recibir miles de millones en ayudas. Pertenecer a una unión política y monetaria conlleva una serie de reglas, por el bien del conjunto, sí, pero además como respuesta única de fortaleza del bloque continental frente a un mercado cada vez más globalizado. Un club es eso precisamente, el beneficio de la cooperación, la unidad frente a la división, la fortaleza frente a la debilidad, y el apoyo “desinteresado” o no tan interesado en momentos de dificultad frente a la confrotación. Hoy Europa debe abordar un situación sin precedentes, marcar unas pautas de actuación de cómo debe funcionar el viejo continente en tiempos de depresión, porque es en estas épocas cuando el espíritu fundacional de la unión hace aguas.

España depende de sus acreedores europeos, los que nos han prestado el dinero después de años de delirios de grandeza y desmanes. El país en su conjunto debe responder ineludiblemente a sus compromisos, eso imprime seriedad y carácter, atractivo para la inversión.
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