Europa ante un desafío (II): la estrategia de Alemania.

Más unión como sinónimo de más dependencia

Durante muchos siglos las guerras han sido la herramienta de dominación, de conquista de otros territorios. En pleno siglo XXI la guerra ha dado paso al control y la dominación de los recursos de un país mediante el mercado de préstamos de capital. España está sufriendo ahora las consecuencias de vivir bajo la presión de aquellos que pueden mantener su supervivencia. Alemania sabe de sus posibilidades actuales, y antepone sus pretensiones unilaterales a la construcción de una Europa fuerte y unida. 

Las grandes crisis económicas mundiales son el anticipo a un nuevo orden económico, productivo y financiero. Hay que aprender otras formas de hacer las cosas, y conquistar ventajas competitivas en los sectores con proyección de futuro. Pero para tener posibilidades de llegar al final de todo este proceso de reconversión con fortaleza, hay primero que tener una buena salida a la situación actual en la que vivimos. 

Pero... ¿qué estrategia tiene Alemania?, es clara y evidente, llevar la batuta de mando de la crisis económica. Hipotecar a los países que han vivido por encima de sus posibilidades, adueñarse de su soberanía, limitar sus decisiones, obligarles a entretenerse en reestructurar el estado y reducir los gastos, deberes que no hay que desatender, por supuesto, pero que por sí solos no suponen el motor para la recuperación. 

Los años que tenemos por delante son para España una andadura en el desierto, su único objetivo, antes incluso que la reactivación de su economía y de crecer económicamente, es pagar la deuda y los intereses de la misma a sus acreedores. Mientras tanto, los países de la Unión Europea que controlaron sus ejercicios presupuestarios y manejaron adecuadamente las cuentas públicas, disponen de un valioso tiempo para poder crear posiciones de liderato y dominio en sectores relevantes para el futuro. Están ya en la carrera por la ventaja competitiva.

Alemania marca la agenda europea estableciendo como prioridad única y exclusiva el cumplimiento de los compromisos establecidos en los pactos de estabilidad presupuestaria, así como la devolución de los intereses de la deuda, con unos requisitos de vencimiento asfixiantes.

Todo este panorama, descrito superficialmente con anterioridad, marca de manera inexcusable los deberes para nuestro país en los próximos años. Y es importante entender esto para saber hasta que punto no tenemos poder de decisión sobre dónde queremos ir.

La posición de fortaleza económica en la que se encuentra Alemania, entre otros países miembros de menor peso dentro de la UE, hace que sepa perfectamente hasta que momento conviene tenernos bajo esta situación de amenaza y de ataque a nuestro mercado. Mientras España se preocupa por devolver lo que ha conseguido prestado, de cumplir con los deberes impuestos, Alemania recibe capital humano altamente cualificado, comienzan a emigrar en busca de trabajo los españoles de un nuevo tiempo. 

Los sectores económicos en los que España tenía ventaja competitiva, o aquellos que estaban en vías de ser potencialmente generadores de liderazgo de futuro, comienzan a resentirse. Las políticas públicas tienen la vista puesta en otros asuntos marcados desde el exterior, España pierde fuelle.

Un país que recibe a coste cero mano de obra cualificada, que dispone de capital, que mantiene una posición de liderazgo y de poder, no únicamente política, también económica y monetaria, ahora también financiera, bancaria y de soberanía, en definitiva, que dicta la agenda de una confederación de países, tiene garantizado el éxito y el bienestar para sus ciudadanos. No todos los países están jugando por y para Europa en estos momentos.

Frente a esta situación se abren dos alternativas, únicamente podemos elegir la mejor entre las peores. Mantenernos en el euro bajo la situación actual, por tanto continuar formando parte de la eurozona, o abandonar la moneda única. Ésta última no tendría sentido alguno si nos mantuviéramos dentro de la Unión Europea, porque lo que ahoga a España actualmente no es tanto la moneda común y su pertenencia a la unión monetaria, sino más bien las exigencias de sus socios a la hora de financiarse y la estrategia política de la que hablaba anteriormente. 

Pese a la inviabilidad, según mi percepción, de abandonar el euro, podemos aludir a claras desventajas si esto finalmente fuese así. Conllevaría una mayor dificultad para poder financiarnos en el exterior, dada la baja confianza en cuanto a la rentabilidad de las inversiones en un país con inestabilidad. Aumento de los costes de las empresas, dado que importar productos como la energía sería mucho más caro. Empobrecimiento súbito del ahorrador español. Además, un país endeudado en euros con un déficit galopante, que necesita ajustes de gran calado, se vería expuesto a la bancarrota automática si sale de la Unión Monetaria, devolver a nuestro acreedores el dinero prestado en pesetas sería una tarea titánica.

La única salida que tiene España en esta situación es intentar suavizar las condiciones impuestas por la Unión Europea y el Banco Central Europeo, así como aliviar las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional y buscar alianzas, tratando de condicionar las decisiones de la troika.
Si ganamos tiempo, y nos dejan marcar un cierto ritmo, podremos paliar los efectos de las exigencias extenuantes que tratan de imponernos. 
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