Estimados amigos, hay días en los que uno abre la prensa y duda de que estemos en un país medianamente serio, con credibilidad internacional y respetado.
Nuestra economía no es igual que la griega, en eso estamos todos de acuerdo, porque de lo contrario, no se a quién del gabinete económico de Moncloa, se le habría ocurrido la brillante idea de hacer un préstamo para el rescate de Grecia, ¿Tal vez tengamos que dar muestras de generosidad por si luego nos toca pedir a nosotros?.
Nuestro país es de los más afectados por la crisis económica, es la única potencia económica que todavía continúa decreciendo, arrastrando secuelas que aun no se han solucionado. Aun así somos de los países que más aportan al plan de rescate griego. Pero a la crisis económica se une la crisis del empleo. Seguimos destruyendo puestos de trabajo, las previsiones más optimistas auguran que nada va a cambiar en los próximos meses.
Claro que España no es Grecia, pero estamos próximos a serlo si continuamos con las mismas políticas económicas, si nuestro gobierno continúa intentando salvar su imagen pública en lugar de trabajar en serio, si no hacemos cambios estructurales que den una señal clara a los mercados, si nuestro ahogado mercado laboral no sufre las reformas necesarias, y si no nos apretamos el cinturón del gasto público, tal y como hacen los hogares españoles. El Señor Zapatero nos ha dado sobradas muestras de saber gobernar solo cuando los bolsillos están llenos, por otra parte algo que podemos hacer todos, modestamente, pero es manifiestamente incapaz de dar soluciones cuando el motor económico del país deja de funcionar. Hay cosas que desgraciadamente no se arreglan tirando el dinero, como la limosna nacional del Plan E, sino con reformas de envergadura.
Durante los años de gobierno del Señor Zapatero, como bien decía él en otras épocas, solo se preocupó de la economía durante dos tardes. Mientras tanto puso en marcha toda la maquinaria propagandista del socialismo rancio de este país, durante más de seis años han vivido de los titulares, de las grandilocuencias, de agitar a su fieles, de las fotos, del teatro y la comedia, y no han dado palo al agua en lo que a decisiones de verdadero calado y trabajo se refiere. La economía es como un reloj, hay que ajustar su mecanismo y estar pendiente de que su desarrollo es el esperado. Cuando la economía muestra síntomas de agotamiento te manda señales, al igual que un reloj cuando su pila esta próxima a acabarse. Simplemente hay que saber reconocer esas señales y entender cual es el protocolo a seguir.
Estamos en esta situación no debido a una crisis global, que no os engañen, si fuera así otros países estarían igual que nosotros. El Señor Zapatero nos ha llevado a segunda división, con Portugal y Grecia entre otros compañeros de competición.
Mientras todo esto ocurre las únicas soluciones que plantea el Señor Zapatero son: los Pactos de Zurbano (una lamentable imitación de los Pactos de la Moncloa), la reforma de la ley del aborto, la intentona de retrasar la edad de jubilación, la defensa a ultranza de que se hablen las cuatro lenguas cooficiales del Estado en el Senado...
La era Zapatero ha traído las legislaturas más nefastas en la historia reciente de España. No siendo suficiente con adentrarnos en una profunda crisis económica, también ha sido el autor de los años de mayor crisis identitaria de nuestro país, con el estatuto de Cataluña y la manipulación del tribunal constitucional, el descrédito del poder judicial por la defensa de un juez que ha quebrantado la ley, la ley de memoria histórica con la que ha pretendido resucitar la España del rencor, el odio y la división, con la ley de libertad religiosa en su cruzada y persecución ya habitual contra la iglesia...
La última idea peregrina, que se le ha ocurrido apoyar al Señor Zapatero, es que como no nos entendemos bien en la lengua común del Estado español, se implanten las cuatro lenguas cooficiales en el Senado, de esta manera incrementar la partida de gastos absurdos, ya de por sí abultada, y crear empleo entre los traductores, que se preguntaran que imbéciles somos los españoles que les pagamos por entendernos en otras lenguas. La cifra de 120.000 € anuales es el coste que supondría la utilización de las cinco lenguas en la Cámara Alta, tal y como defendían los senadores nacionalistas y la número tres del PSOE, Leyre Pajín. Y es que es muy fácil gastar el dinero que no es de uno mismo, jugar con el dinero de todos a ser político. Yo reto a la Senadora Leyre Pajín que si tan agraviada se siente, por no poder hablar en valenciano, que se pague un traductor de su bolsillo, lo mismo se replanteaba sus reivindicaciones populistas.
Y es que la sociedad española vive bajo un conformismo aterrador, nos suben el IVA para pagar las aventuras y derroches del Señor Zapatero, los ciudadanos en paro alcanzan cifras escandalosas y los sindicatos están dominados por su enajenación ideológica, imposibilitados para defender los derechos de los trabajadores, a los que utilizan para mantener sus poltronas de liberados a sueldo, es decir que cobran por vivir a cuerpo de reyes.
Ahora los españoles no le reclaman titulares al gobierno, algo a lo que han estado acostumbrado mientras la economía seguía su inercia, si en cambio les exigen que adopten medidas, porque estamos en un duro camino de vuelta a los años del felipismo.
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1 comentario:
Bueno, a ver si te llevas una alegría cuando veas que tienes un comentario, hombre!
Mis respuestas a tus preguntas de opinión son, por orden: NO, Monarquía, Incorrecta, Bien Y la última NO (con matices).
El rescate a Grecia me parece bien, porque nos va la moneda en ello.. pero no voy a discutir con un economista sobre el tema, así que diré que es nuestro deber y responsabilidad política ayudar a un miembro de la UE. Sí es reprochable, en todo caso, que tengamos que pagar otros por los errores endógenos de cada país...
En cuanto a lo del Senado, no me parece del todo mal porque, en teoría,es una cámara territorial. Pero quizá este no sea el mejor momento para llevar a cabo este gasto. Seamos realistas, el Senado no vale para nada: no hagamos gastos innecesarios en una institución que, si no cambia, es innecesaria.
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