Basta ya de corrupción

España está sumida en la corrupción, en la podredumbre de una clase política arrastrada por sus miserias, donde el ciudadano normal únicamente tiene derecho a la indignación y a la pataleta. ¡Basta ya!, que depuren los partidos políticos y limpien las instituciones de corruptos que han desfigurado la vocación de servicio público. Sin miedo, sin titubeos, caiga quien caiga. 

Ya no es suficiente con pedir perdón, hay que actuar con rectitud, con firmeza, tiene que volver la cordura y la dignidad de una función clave en democracia, la política. Mérito, capacidad y ejemplaridad para todos aquellos que den un paso al frente y quieran servir a sus conciudadanos. Este país no necesita más profesionales de corbata y de coche oficial. 

El presente de la política está en los jóvenes, pero no en aquellos que, tras pasar por los partidos políticos, esperan su turno después de años de prodigarse en los actos de aquellos a quienes rindieron pleitesía, es el momento de los que con inteligencia, y siempre pensado en el interés general, aportaron proyectos, no se conformaron con lo que vieron, reivindicaron la pulcritud, las buenas formas, la ética, la ideología y los valores, el compañerismo, de aquellos que no se doblegaron a lo que se quería escuchar sino que plantearon y defendieron su visión, en definitiva, de los que descubrieron en la política una forma de cambiar las cosas, y no de conseguir un cargo de confianza con el fin de asegurarse su futuro. 

Rescatemos a todos aquellos que han abandonado su país por buscar la oportunidad que aquí se les negaba, sin ellos es difícil recuperar la credibilidad de una nación que debe superarse, ellos sí son Marca España. Capital humano que no escapa por avaricia, como si lo hacen aquellos que tienen que ocultar lo robado en Suiza. La nueva clase política que debe construirse tiene una obligación moral con todos aquellos que tuvieron que coger las maletas, como sus abuelos, y buscarse el porvenir.

Muchos son los sacrificios pedidos a los ciudadanos, muchas las familias que han sufrido el fuerte azote de la crisis económica y de las medidas adoptadas, no hay perdón posible, sólo justicia en sus últimas consecuencias. No se puede mirar a los ojos de aquellos que tanto han llorado por dar de comer a sus hijos, con la única respuesta de que no volverá a pasar. El tiempo de las palabras ha terminado, la sociedad exige respuesta y no complicidad o compasión con los que han usado, como personal, lo que a todos nos pertenece. 

Se acabó, rescatemos la pureza de la democracia de las manos de aquellos que la han prostituido, que la han secuestrado y se han lucrado por ello. Este debe ser el momento de los justos y de los bien nacidos, de los que su máxima aspiración es la prosperidad de su municipio, de su comunidad, de su país. Eso si es ser patriota.


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